febrero 12, 2003

De vuelta al fútbol. El fin de semana visité el complejo deportivo Southern Hills situado en el cruce Urban Dr y Wooden Avenue, un auténtico pulmón en la selva urbana de Irvine, California. Un portento arquitectónico, atribuido al urbanista Stephen P Love (no conozco a Stephen P Love), que recuerda el ruido y densidad de la vieja Montevideo (no conozco Montevideo) puesta ahí, al corazón de la comunidad uruguaya del Sur de Los Angeles que tanta presencia ganó en 1988 con el Hands-Free Latin Afiliation Program (pero conozco bien el Hands-Free Latin Afiliation Program).

Arrancando y frenando en seco, un grupo de jugadores se dejaba dirigir por tres gendarmes, que daban silbatazos cortos y llenos de decisión. Prrrt, el grupo se esparce en vectores de diez metros. Prrrt, las cabezas giran sobre su eje y corren el mismo vector, concéntricos. Suceden varios prrrt más o menos lógicos para saltar recogiendo las extremidades, desplazarse lateralmente en brincos de tijera, taponearse unos a otros con el pecho... El punto final siempre es el grupo, reincorporado con el mismo vigor. Pienso que estos muchachos, dominen o no la técnica elemental con el balón, formarán equipos sólidos al haber asimilado la médula: formas parte de un equipo, eres más fuerte si te incorporas a él, el equipo es más fuerte contigo.

Como sucede en todo proceso de aprendizaje, el objeto de estudio se enriquece con luces de otros campos del conocimiento. En este caso, el despliegue militar. Cosa impresionante.

Vino un receso. En seguida el entrenador gritó, alzando a todos: "Let´play some ball now." De un costal sacó un racimo de balones... de básketbol. En forma autómata se armaron quintetos y se escenificaron breves e intensos sets, no mayores a tres minutos. El bote de los balones parecía un aguacero; el grupo, un cardumen frenético mas no caótico, liberando el sístole de los cuerpos. Sólo los interrumpía un Prrrt breve y puntual, como flecha, que podaba la intención de algún pase, avance o tiro.

Se fallaron infinidad de canastas, pero casi ningún pase. En pocos minutos, los quintetos armonizaron sus ataques, corriendo lo justo, nadando en la cancha con naturalidad. Hablando poco.

Fue divertido cuando el manager recibió una llamada en su celular. Con el silbato ausente, los chicos se iban de largo topándose con el poste, trastabillando con sus compañeros, perdiendo el hilo de las jugadas como si la armonía que venían dominando hubiera sido un espejismo. "Right, Honey, I´ll call you back." Fue colgar el teléfono, accionar el silbato y todos volver al encanto, precisos como siempre.

Me retiré después de una hora y el equipo no practicó fútbol. Sé que se trataba de un equipo de fútbol por la pila de balones dormidos junto a las maletas, por el uniforme y porque al otro extremo de la cancha entrenaban los porteros, sometidos a un tratamiento sin caridad.

Como aprendí en Japón-Corea 2002, el modelo de los futbolistas estadunidenses está en otros deportes. Puede que Landon Donovan (su mejor jugador, un graduado clásico) admire a Diego Mardona o a Ronaldo, pero no suspira por ellos. En las paredes de su recámara, en cambio, tiene posters de atletas cerebrales e impecables, como John Stockton o Lance Armstrong, de quienes hereda y aprende mucho más.

Lecciones interdisciplinarias:

a) Ryan Giggs, galés, posición 11 en la formación clásica del Manchester United, es el futbolista que mejor ejerce el drama constitutivo del fútbol: conducción perfecta, drigling productivo, bendita puntería y la mejor aceleración que puede haber en una cancha, a coletazos. Aptitudes innatas en Giggs, pero que pueden aprenderse. No memorizando a Giggs sino practicando Hockey sobre hielo.

b) Mientras se difunde la noción de que el defensa central es "el último hombre", casi un resumidero, Fernando Hierro invierte la suya como Quarter-back del Real Madrid. En lugar de ancla, juega de catapulta lanzando a sus compañeros sobre el enemigo. Es que no leíste bien: Quarter-back, un cuarto detrás, a venticinco yardas de la línea de fuego, cobijado y con tiempo suficiente para iniciar la jugada ofensiva.

c) Acerca de Hugo Sánchez, figura singular y electrizante, por lo tanto inimitable, hay que voltear a tres frentes: a los gimnastas olímpicos, que ven su anatomía como capital fantástico; a los clavadistas de 3 metros, que sacan petróleo de espacios diminutos; y a los banderilleros, que se paran firmes, planean de reojo el acercamiento de la bestia y se juegan la vida en cada desmarque.

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mr_phuy@mail.com





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